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Théodore Géricault. Pintor francés. Nació el 26 de septiembre de 1791 en Rouen (Francia).
Fue una figura singular en el panorama de la pintura francesa y un pionero del Romanticismo.
En 1798 se trasladó con su familia a París, donde se formó artísticamente en los estudios de Vernet y de Pierre Guérin. No obstante, su estilo se debe en buena medida a las copias de obras maestras que realizó en el Louvre.
La carrera de Géricault como pintor se extiende apenas a lo largo de diez años, pese a lo cual su obra es notable y abundante. En sus primeras realizaciones (La muerte de Hipólito, La captura del caballo salvaje), un planteamiento todavía clásico va acompañado de una materia pictórica rica y pastosa, y de un modelado de las figuras a través de la luz, que son ya rasgos claramente románticos.
En 1816, siguiendo el gusto aventurero de la época, viaja a Italia donde entra en contacto con la obra de Miguel Ángel donde se familiariza con su obra, que se convierte en su inspiración principal, presente sobre todo en la fuerza contenida de los gestos de sus personajes y animales. También de él adquiere las proporciones de los cuerpos a las que añade gran tensión, dinamismo y fuerza contenida. Parece que sus caballos van a salir en cualquier momento trotando hacia el espectador.
En 1819 pintó y expuso en el Salón de aquel año, en París, su pintura más famosa: La balsa de la Medusa, que ganó una medalla y produjo una profunda conmoción por ser antitética de las tendencias clasicistas entonces en boga. El cuadro aludía al naufragio de la Medusa en 1816, un acontecimiento de la época con fuertes connotaciones políticas, tratado con acentos épicos. Tanto por el tema como por el enfoque (la energía y la fuerza pasional son las notas dominantes), el lienzo era de una absoluta novedad y ejerció una influencia duradera.
De 1820 a 1822, Géricault estuvo en el Reino Unido, donde pintó sobre todo carreras de caballos, en respuesta a su gran afición al mundo de la hípica. Hacia 1822-1823 realizó una excepcional serie de retratos de enfermos mentales, como preparación para una obra que no llegó a ejecutar; son retratos de sorprendente esencialidad y de un realismo crudo. Con estos pequeños retratos Gericault demuestra que el arte debe representar a personajes reales y situaciones de la vida cotidiana, utilizando la fuerza de la pincelada incluso como una crítica a la sociedad tan desigual del siglo XIX.
Fue amigo de Eugène Delacroix, su principal epígono y continuador artístico.
Amante de la hípica, retrató de forma excepcional la fisionomía equina que modeló bajo las premisas del ímpetu, el nervio y la energía pero también bajo la elegancia y la nobleza. Cualidades todas ellas presentes en los animales que, curiosamente, fueron los que acabaron con su vida con tan solo treinta y tres años, después de caer de uno de ellos en el año 1824.
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