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Alessandro di Mariano di Vanni Filipepi, apodado Sandro Botticelli. Nació el 1 de marzo de 1445 en Florencia. Fue un pintor italiano considerado uno de los grandes pintores renacentistas. Se crio en el seno de una familia humilde de artesanos.
Botticelli fue el apodo de su hermano mayor, Giovanni, cuya obesidad provocó que se llamara "tonelete" y por extensión a todos los miembros de su familia.
Sandro Botticelli no se cuenta entre los grandes innovadores del Renacimiento, sino que se inscribe más bien en un grupo de pintores que rehuyó el realismo a ultranza y se inclinó por un estilo basado en la delicadeza, la gracia y un cierto sentimentalismo. Quizás por ello se le daban tan bien los retratos femeninos, sobre todo sus madonnas y diosas mitológicas. Mujeres ideales que afianzan sus ideas neoplatónicas, tan de moda en esa época. De todas formas no descuida el dominio de la perspectiva, una sobresaliente aplicación del color y su magnífica obtención de volúmenes.
Este neoplatonismo influyó en sus temáticas. Protegido de los Medici, Botticelli fue estimulado para que pintara los mitos de la antigüedad, alegorías paganas y demás novedosas temáticas. En esa época, pintar obras de gran formato que no fueran de religión era toda una novedad, por lo que Botticelli fue uno de los primeros artistas en hacerlo, gozando de gran prestigio que quizás no tendría la veneración posterior de otros maestros del quattrocento.
También tuvo enemigos que no veían con buenos ojos su exaltación del paganismo. Entre otros, el fanático religioso florentino Girolamo Savonarola, que organizaba sus «hogueras de las vanidades» para quemar joyas, libros, objetos de lujo… y cuadros. Botticelli cayó algunos años preso de su secta, hasta que el propio Savonarola fue quemado en una hoguera.
Botticelli continuó trabajando para los Vespucci en la decoración de la nueva casa familiar en la vía Servi. Dos años después comienza a pintar unas obras que sobresalen por su extraordinaria modernidad, las Historias de san Cenobio, un óleo en el que el espacio se convierte en el principal instrumento de negación de los equilibrios renacentistas. Este mismo aspecto lo vuelve a repetir en La Natividad, una obra que tiene una gran carga de misticismo religioso.
Boticelli siguió pintando, aunque sería superado por las nuevas generaciones de artistas, y finalmente moriría olvidado y pobre a los 78 años.
La reputación póstuma del artista disminuyó notablemente en los siglos siguientes, pero fue recuperada a finales del siglo XIX; desde entonces, su obra se ha considerado exponente máximo de la gracia lineal de la pintura del primer Renacimiento. El nacimiento de Venus y La primavera son, actualmente, dos de las obras maestras florentinas más conocidas.
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