Miguel Ángel

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Michelangelo Buonarroti o Miguel Ángel nació en marzo de 1475 en Caprese, Italia. Fue un hombre del renacimiento: arquitecto, pintor y poeta, y sobresaliente en todo esos campos. Pero desde luego su pasión, su vocación, su obsesión era la escultura.
Miguel Ángel fue uno de los más grandes artistas de la historia del arte universal, y no sólo por sus esculturas, sino también por su asombrosa labor pictórica.

Desarrolló su labor artística a lo largo de más de setenta años entre Florencia y Roma, que era donde vivían sus grandes mecenas, la familia Médici de Florencia y los diferentes papas romanos. Fue también llamado El Divino, por su perfección en la escultura, que en sus propias palabras fue el arte que más le apasionó, aunque también fue pintor.

Sus obras atrajeron a Lorenzo de Médicis, Príncipe de Florencia, quien lo contrata como artista de su Palacio de la Vía Longa, allí desarrolla junto con otros artistas, ideas platonianas que se vieron reflejadas luego tanto en su escultura como en la poesía.

Cuando murió Lorenzo El Magnífico, su mecenas, Miguel Ángel se fue de Florencia, hizo escala en Venecia y luego se instaló en Bolonia donde hizo varias esculturas bajo la influencia del escultor Jacopo della Quercia.

De Bolonia parte a Roma donde inicia una vida de éxitos artísticos. Entre 1498 y 1499, esculpe La Piedad, una de las obras más representativas de este artista italiano. La Piedad es una pieza de 1,74 X 1,75 m., expuesta en la Basílica de San Pedro en El Vaticano.

En 1508 comienza a decorar la bóveda de la Capilla Sixtina, allí recreó el tema bíblico del Génesis en su visión neoplatónica, con el fresco titulado: La creación de Adán. Otra de sus obras más conocidas es Moisés, una pieza expuesta en la iglesia menor de San Pietro in Vincoli.

Sus coetáneos vieron en las creaciones de Miguel Ángel una cualidad, denominada terribilità, a la que puede atribuirse la grandeza de su genio; dicho término se refiere a aspectos como el vigor físico, la intensidad emocional y el entusiasmo creativo, verdaderas constantes en las obras de este artista que les confieren su grandeza y su personalidad inimitables. Cada una de las esculturas realizadas por Miguel Ángel poseen gran fuerza y poder inigualable.

Entre 1536 y 1541, decoró el altar de la Capilla Sixtina con el fresco: El juicio final, una interpretación del fin de los tiempos desde la visión del Apocalipsis. Al tiempo que hacía esta obra, también realizó otras, para la tumba de Julio II.

Miguel Ángel falleció 18 de febrero de 1564, a los 88 años, en la ciudad de Roma.

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