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Gabriele Münter Pintora alemana nacida en Berlín el 19 de febrero de 1877.
A todo el mundo le suena el nombre de Kandinsky, pero no a tanta gente el de su amante Gabriele Münter, otra mujer a la sombra de un artista. Münter ayudó tanto como Kandinsky a definir el expresionismo, pero su nombre no quedó tan grabado en la historia.
Gabriele Münter nació en el seno de una familia adinerada que siempre la apoyó en su carrera artística. En Munich no pudo estudiar en Bellas Artes por ser mujer. Por ello, se matriculó en la única institución en la que podía cursar este tipo de estudios, la Escuela de Artes para Mujeres de Düsseldorf. Decepcionada por la falta de rigor de la formación impartida en la escuela, en 1898 viajó junto con su hermana a Estados Unidos, donde permaneció dos años y desarrolló una interesantísima carrera como fotógrafa.
En 1901 se trasladó a Münich. Kandinsky era profesor de la Escuela Phalanx, donde sí permitían estudiar arte a mujeres y la alumna conoce al maestro. En 1902 se hacen amantes.
Aparte de su mentor, Münter tenía otro ídolo en las artes: Matisse. En cuanto conoció su obra se hizo simpatizante fauvista, aunque era demasiado alemana y su estilo demasiado simple (en el buen sentido), casi rozando el arte abstracto. Su futuro estaba en el expresionismo, y con cuánto más color, mejor.
Color. Eso define la obra de Münter. Y unos contornos negros en las figuras. Der Blaue Reiter era su lugar, donde la aceptaban, y donde estaba su maestro, su amante… y la gigantesca figura que le haría sombra. Se influenciaron mutuamente. Probablemente sin Münter, Kandinsky no habría desarrollado su revolución abstracta.
De 1920 a 1929 Münter sufrió un fuerte parón artístico, principalmente por la ausencia y posterior divorcio de Kandinsky pero también por la desastrosa situación de Europa tras la guerra que había reducido y hasta deshecho el grupo de artistas. Este parón se vió aliviado por un oportuno viaje a París que reavivó la sangre de Münter. Las últimas obras de Gabriele Münter son cada vez más simples, más cercanas a la abstracción o al arte figurativo y ya no queda ni un leve resquicio de postimpresionismo.
En 1934 recobró el ánimo y volvió a trasladarse a Baviera. Esta vez volvía renacida y junto a un nuevo amor. El filósofo y pensador alemán, Johannes Eichner se trasladó con ella y juntos pasaron sus últimos años entre montañas y arroyos, alejados de la vida pública y sobre todo, de la Segunda Guerra Mundial. También se dedicó a guardar más de 80 obras del grupo Der Blaue Reiter, con el objetivo de que los nazis no se deshicieran de ellas. De no ser por esta mujer, no disfrutaríamos de la mayoría de obras del expresionismo alemán, entre las que figuran muchas pinturas propias y de Kandinsky.
Gabriele murió en 1962 en su casa de Murnau a los 85 años de edad.
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